HISTORIA

                                                                        HISTORIA



Es la hermandad mas antigua de la Semana Santa sanluqueña. La historia del Santo Entierro de Sanlúcar es fruto de un largo proceso, de la unión de dos hermandades distintas (la de las Cinco Llagas y la de la Soledad), y con períodos de esplendor y de profunda decadencia. 

Su fundación fue auspiciada en 1515 por los franciscanos en el desaparecido convento de San Francisco «el Viejo», situado hoy debajo de la Barranca de la Barriada Rubiños, para rendir culto a la Sangre de Cristo en la advocación de las Cinco Llagas, posiblemente sobre un primitivo Cristo articulado, no conservado y de estética gótica tardía, capaz de representar la teatral iconografía de crucificarlo en alguna elevación inmediata al convento, para luego bajarlo de la cruz los frailes, al modo de los Santos Varones, para su deposición yacente en el sepulcro, que sería trasladado en parihuelas por los cofrades, muy similar a la practicada por la hermandad del Santo Entierro de Sevilla. Esta práctica fue prohibida por el cardenal de Sevilla Niño de Guevara en 1604.

El primitivo crucificado sería obra del siglo XIV o XV y traído por los franciscanos hacia 1510-1513 del convento hispalense Casa-grande de San Francisco, e inmediatamente sería fundada la cofradía. Por tanto, lo más probable es que sea obra de finales del siglo XV, pues si fuese de mayor antigüedad, habría sido difícil haberlo sacado del convento sevillano.

Más tarde, la hermandad admitió una nueva titular, la Virgen de la Esperanza o de la O, que existía con antelación a 1575, venerada en el retablo mayor de la iglesia, y que al parecer, contaba con una gran devoción popular (no es descartable que esta imagen se trate de la Virgen de la Esperanza de la Iglesia de San Miguel de Sanlúcar). En 1586, la hermandad construye capilla propia con sacristía junto a la iglesia, quedando dirigida por un mayordomo, dos hermanos mayores y un secretario-administrador. Además, adquirió el carácter de Sacramental.

Hacia 1586, la hermandad de las Cinco Llagas debía contar ya con la actual imagen del Señor, que podría haber sido tallado hacia 1575-1585, que por su carácter prebarroco y vanguardista, puede corresponder al escultor Gaspar Núñez Delgado.

También el mismo convento franciscano en que radicaba la hermandad de las Cinco Llagas, existía otra hermandad, la de la Soledad, que rendía culto a una dolorosa. En 1590, la hermandad de la Soledad recibió indulgencias papales, y el 15 de agosto de 1609, en la procesión que realizó la Virgen de la Caridad tras certificarse los milagros, participó con las hermandades de penitencia y de gloria de la ciudad, por orden de antigüedad, en quinto lugar, por detrás de la Vera-Cruz, Dulce Nombre de Jesús, San Sebastián y Nazareno, y por delante de las Cinco Llagas, San Antonio, San Blas, San Nicolás, de los Reyes, Rosario, San Crispín y San Crispiniano y San Lázaro.

En 1623, se produce el embrión que daría lugar a la actual hermandad: la fusión de la hermandad de las Cinco Llagas con la hermandad de la Soledad. Por esas fechas, la hermandad de las Cinco Llagas, que salía el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, había decaído bastante. La hermandad de la Soledad, que salía el Viernes Santo, contaba con una vitalidad mucho mayor que la de las Cinco Llagas. Esta fusión pudo venir forzada por la orden del arzobispo de Sevilla Rodrigo de Castro y Quiñones de reducción de cofradías, además de que compartían misma sede canónica. La nueva cofradía saldría el Viernes Santo, aunque la procesión de las Cinco Llagas del Domingo de Resurrección se mantuvo. La Virgen de la Esperanza dejó de recibir culto en la nueva cofradía para dar entrada a la nueva advocación de la Soledad, una advocación más pasionista para la época. A pesar de la fusión, la Soledad continuó con cierta independencia.

En 1737, la cofradía de la Soledad, que así era conocida en la época, lo que da entender que la Virgen tendría mayor devoción que el Cristo, presentó una queja ante el canónico Antonio Fernández Bajo, Provisor y Vicario General del Arzobispado de Sevilla, para impedir la creación de una cofradía con el nombre de la Soledad en el convento de la Victoria de los Mínimos de San Francisco de Paula. Esta petición fue aceptada tras demostrarse la antigüedad de la Soledad del Santo Entierro, prohibiendo a la nueva hermandad del convento de la Victoria, bajo pena de excomunión y de justicia, usar el nombre de Soledad. Este fue el origen de la actual hermandad de las Angustias de la Parroquia del Carmen.

En 1752, la hermandad del Santo Entierro se traslada junto a los franciscanos al nuevo convento de San Francisco, actual Iglesia de San Francisco. Los franciscanos, ante la lejanía que se encontraban del centro de Sanlúcar, decidieron abandonar su primitiva sede y construir una nueva más cercana al centro, siendo fundamental para la empresa la labor del hermano fray Pedro Buceta. El cambio de sede canónica también conllevó el cambio de dolorosa, adquiriéndose una nueva acorde al espíritu barroco del XVIII. Nos encontramos con la Virgen de la Soledad de la actualidad, obra de Diego Roldán Serrallonga, nieto de Pedro Roldán, sobrino de Luisa Roldán «La Roldana» y primo de Pedro Duque Cornejo. La hermandad del Santo Entierro también estrenó nuevo retablo de gran calidad artística para sus imágenes, que es el que posee en la actualidad.

En 1835, el convento de San Francisco fue desamortizado por parte del Estado, lo que aumentó la decadencia en la que se encontraba la hermandad, que no procesionaba desde 1805. Sin embargo, en 1845 la hermandad se revitaliza, multiplicando por veinte su número de hermanos, alcanzando los 500 y procesionando el Viernes Santo con cuatro pasos: la Cruz de las Cinco Llagas (que aún conserva la hermandad), una alegoría del Triunfo sobre la muerte (lo que popularmente conocemos como la Canina), el Cristo de las Cinco Llagas, que estrenó urna, y la Virgen de la Soledad. Este crecimiento de la hermandad provocó su reorganización en 1867 y la aprobación de nuevos Estatutos, que incluía la obligación de la hermandad de pagar la sepultura de sus hermanos.

En 1901 la hermandad nuevamente se desorganiza, desconociéndose el motivo. En 1938, la cofradía se refunda gracias a un grupo de fieles, con Jesús Espinar a la cabeza. Además de la Cruz de las Cinco Llagas, el Santo Entierro y la Soledad, procesionó entre 1939 y 1942 el Viernes Santo con una canina, siendo muy mal visto por el pueblo sanluqueño. En 1940, José Ochoa realiza el paso y reforma la urna del Santo Entierro, y se realizan también los nuevos respiraderos de la Virgen de la Soledad por Manuel Seco Imberg, que siguen siendo los actuales.

Pero en 1940 comenzó también una época muy dura para la cofradía. El cardenal Pedro Segura y Sáenz quiso trasladar el Yacente a San Juan de Aznalfarache, inponiendo la hermandad pleito al Tribunal de la Rota, que dictaminó que la imagen debía permanecer en San Francisco. Sin embargo, en 1942 el mismo cardenal cerró al culto la Iglesia de San Francisco para quedar al servicio del Seminario Menor, cambiando la hermandad su sede canónica a la parroquia de Santo Domingo aunque sin los titulares, ya que la hermandad no pudo demostrar que eran de su propiedad. Hasta 1944, el arzobispado permitió que las imágenes se trasladasen a Santo Domingo para sus cultos y su procesión de Semana Santa. Pero en 1945, esta autorización fue denegada, no pudiendo procesionar en dicho año, y encargando la cofradía en 1946 nuevas imágenes al artista Antonio Eslava, para cuyo sufragio se le pidió ayuda al alcalde recordando que la procesión del Santo Entierro era «Procesión Oficial» desde 1845. Las imágenes estuvieron acabadas para la Semana Santa de 1947, pagando el alcalde Tomás Barbadillo Delgado el coste de la Virgen de la Soledad.

Afortunadamente en 1955, el historiador Alejandro Zambrano localizó en el archivo particular de Manuel López de la Piedra, una copia del inventario de la desamortización de San Francisco de 1835, en donde se reconocía que tantos las imágenes como el retablo de San Francisco eran propiedad de la hermandad, solicitando un año después la hermandad al nuevo arzobispo de Sevilla, Bueno Monreal, la vuelta a San Francisco y la devolución de las imágenes, petición que fue aceptada. Las imágenes de Eslava fueron cedidas en 1970 a una nueva hermandad fundada en Guadiaro, pedanía de San Roque (Cádiz).

Desde 1949 y hasta 1971, la hermandad tuvo la gracia de poder liberar a algunos presos al paso de la cofradía por la cárcel de la ciudad, situada en la Plaza de la Paz. Dese enero de 1951, y ante la imposibilidad de sufragar los entierros de sus hermanos, la hermandad suprimió esta cláusula para nuevos hermanos, consumiéndose esta gracia en agosto de 1989.

La hermandad siguió desde entonces progresando en la Semana Santa de Sanlúcar. Durante los años setenta procesionaba en la jornada del Sábado Santo, pero la creación del obispado de Asidonia-Jerez en 1980 y su decisión de que el Sábado Santo fuese jornada de reflexión para los cristianos, obligó a la hermandad del Santo Entierro, como a todas las que salía el Sábado Santo en la diócesis, a procesionar el Viernes Santo.

En 1994, a raíz de la restauración del Cristo Yacente, ambas imágenes son inscritas en el Catálogo General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía como patrimonio histórico-artístico andaluz.

El 23 de abril de 2011 (Sábado Santo), la hermandad del Santo Entierro celebró junto al resto de hermandades de penitencia de la ciudad el Santo Entierro Magno, con motivo del la visita de Su Santidad el Papa a las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid.

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