martes, 10 de enero de 2023

 

 

 

 

𝘾𝙊𝙉𝙊𝘾𝙀 𝙇𝘼 𝙃𝙄𝙎𝙏𝙊𝙍𝙄𝘼 𝘿𝙀 𝙉𝙐𝙀𝙎𝙏𝙍𝘼 𝙃𝙀𝙍𝙈𝘼𝙉𝘿𝘼𝘿: ''𝘼𝙡𝙩𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝘾𝙪𝙚𝙫𝙖𝙨'', 𝙚𝙡 𝙈𝙤𝙣𝙩𝙚 𝘾𝙖𝙡𝙫𝙖𝙧𝙞𝙤 𝙨𝙖𝙣𝙡𝙪𝙦𝙪𝙚𝙣̃𝙤. 

Sanlúcar, finales del siglo XVI. Una serpenteante comitiva de monjes, portando mortecinos haces de luz, abrían la noche cerrada, y abrazando las laderas de la barranca del Alto de las Cuevas, buscaban alcanzar su cota más elevada. El espectral cortejo había salido del Convento de San Francisco El Viejo, edificio que se hallaba a los pies de esta barranca y precedía a un crucificado de portentosas formas. Si hubiéramos podido estar allí, como silentes testigos de la Historia, y a poco que la oscuridad nos dejara entrever algo, habríamos vislumbrado que se trataba de nuestro venerado titular, el Señor de las Cinco Llagas y Sangre de Cristo, que crucificado, era cargado en los humildes hombros franciscanos de los monjes de este convento, en pos de clavarlo en el Alto.

Este crucificado, obra maestra del manierismo andaluz, atribuido a Don Gaspar Núñez Delgado, fue realizado por este en el último cuarto del siglo XVI. El VII Duque de Medina Sidonia, probablemente fuera el que encargó la imagen, con la condición de que estuviera articulado en sus brazos para que se pudiera escenificar con él, la Crucifixión, Descendimiento de la Cruz y ulterior Santo Entierro de Jesucristo. Posteriormente el Duque lo donaría al convento y a la Hermandad, convirtiéndose de esta manera en nuestra imagen titular (hasta nuestros días). La Hermandad ya llevaba constituida desde 1515, siendo por tanto la nuestra, la decana y fundadora de la Semana Santa Sanluqueña.
La ceremonia que representaba nuestra Hermandad en aquel lugar, comenzaba el Jueves Santo de madrugada, cuando se subía la barranca con el crucificado, quedando expuesto y velado entre antorchas toda la noche en El Alto. Este lugar, aislado, agreste y elevado de la geografía sanluqueña, se prestaba a simular el original Monte Calvario de la Crucifixión y los monjes no dudaron en aprovecharse de esta circunstancia. Probablemente, una vez arriba, a Nuestro Señor, se le colocara alguna imagen de la Virgen, San Juan o las Marías que completara la iconografía del pasaje litúrgico. Allí permanecía hasta el Viernes Santo por la tarde. El Viernes Santo por la tarde se predicaba el Descendimiento, bajando los monjes el cuerpo del Señor de la cruz, haciendo así los monjes las veces de los Santos Varones. Los Santos Varones eran las personas que ayudaron a José de Arimatea, él que, según el Evangelio, bajó el cuerpo de Cristo de la cruz. Luego se disponía a continuación el cortejo de regreso, en forma de Santo Entierro camino de su sepulcro. Esta comitiva iba bajando la barranca entre disciplinantes que flagelaban sus cuerpos, cofrades de la Hermandad portando candelas, cruces parroquiales, religiosos de distintos conventos, cantores, hermanos con túnicas negras atronando tambores ensordecedores, y la imagen de Cristo muerto y yacente, llevado en parihuela de vuelta a San Francisco El Viejo (edificio desgraciadamente perdido y que ocupaba lo que hoy es la Barriada de San Diego). Una vez en el Convento, se depositaba al Señor en una urna.
El Domingo de Resurrección la Cofradía regresaba a procesionar, y lo hacía con una imagen del Señor, ya resucitado, imagen que nuestra Hermandad aún conserva y se puede contemplar en la Exposición permanente de Arte Sacro de la Parroquia de Nuestra Señora de la O, donde se encuentra depositado de manera provisional.
Esta escenificación se llevó a cabo en Sanlúcar hasta 1604, cuando el cardenal de Sevilla, Niño de Guevara, prohibió estas prácticas en la Archidiócesis de Sevilla, a la que pertenecía nuestra ciudad. Estas medidas afectaron mucho a la Hermandad que entró en una etapa de decadencia y cuasi desaparición que solo la unión con la Hermandad de Soledad de María Santísima en 1623 supo paliar pero esa...esa ya es otra historia. (𝙁𝙚𝙙𝙚 𝙂𝙖𝙧𝙧𝙞𝙙𝙤).
 


 

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